Quizás por la misma dinámica de la construcción del poder que ha tenido el kirchnerismo sea imposible pronunciarse desde otro lugar. El “vamos por todo”, el “ellos o nosotros” alguna vez esgrimido desde alguna línea de segundo o tercer mando del aparato oficialista, conformó un cemento duro de romper. Allí, sobre ese cemento, trabaja Martín Rodríguez: “Orden y progresismo” destruye todo eso. Quienes abracen ciegamente al kirchnerismo tendrán más de una duda después de leerlo, y quienes crean que fue lo peor que le pasó al país, quizás puedan conceder más de un argumento.
De familia militante, con una experiencia política propia y una formación autodidacta que tuvo sus momentos en la universidad, Rodríguez compiló una serie de ensayos escritos a lo largo de “los años kirchneristas” que son un verdadero diamante en bruto: allí donde un texto reivindica la construcción del poder característica del peronismo, otro denota su talón de Aquiles. En tanto identifica cuál es la virtud más grande del kirchnerismo, advierte sin temor a equivocarse cuál ha sido su mayor pecado. El ensayista de Le monde Diplomatique, Crisis y Tiempo Argentino le pasa un cepillo a contrapelo a cualquier versión estática sobre el kirchnerismo, para desencajarla, incomodarla y repensarla.
Hablar de actualidad es, también, hablar de peronismo, del Estado, de la clase media, y hasta del alfonsinismo. Rodríguez advierte que no le interesan «las terceras posiciones o los lugares intermedios”, pero se anima a decir todo el resto: desde lo más incómodo hasta lo que, todavía, no ha sido pensado en profundidad por los formadores de opinión en la Argentina.
– ¿Por qué decís que la clase media es “el hecho maldito del país peronista”, si en el 46 parte del proyecto peronista era la movilidad social de las clases bajas hacia los sectores medios?
– Me parece que hay algo que en la Argentina se teje hoy, y es, cómo se relaciona el peronismo con la clase media. Esa es la trama más inquietante de la democracia argentina. La clase media es, como bien decís, una historia de movilidades sociales. Yo me considero un orgulloso hijo de la clase media, porque mis abuelos fueron más pobres que yo. Y es una historia que puede tener una narrativa ascendente, como otra distinta: más decadente, más estática, más culturalista. Es decir, no hay una sola narrativa sobre la clase media. El peronismo, que dejó de ser el partido cuya columna vertebral era la clase obrera, y que dejó de ser muchas cosas –porque a partir de 1983 se revisa y se convierte en el gran partido político de la democracia, porque construye representación-, tiene en esa clase media su obsesión por representar.