Una cuestión muy presente el debate que se presenta a través de los medios de comunicación, es la disputa por la «República».
Esta se encuentra en el discuro opositor al Gobierno, principalmente, siendo objeto ella de de las más cruentas torturas y vejaciones por parte del poder de turno (aunque también está presente en el discurso oficial, bajo otros ropajes).
Es difícil ver a qué se está refiriendo cada actor social cuando habla de República. La palabra está hoy vacía de sentido: ¿Hablan de la división de poderes? ¿Hablan de un conjunto de instituciones hilvanadas por -el siempre sujeto a interpretación- finísimo hilo de la ley? ¿Hablan de la Constitución? ¿O hablan de algo más fundantemente originario -como sinónimo de «Patria-?
El ejercicio para ensayar una respuesta no es simple. Y esta complejidad no viene dada por la cantidad de constructos teóricos en juego en los discursos que circulan en la esfera pública: tiene que ver con una aparente falta de conocimiento propia de los actores en juego de lo que la república, más o menos, es.
Sin embargo, podemos arriesgar una respuesta. Hay un sentido bastante más lato que cualquier otra teoría del Estado, que tiene que ver con el significado mismo de la palabra «República». Un poco de marianogrondonismo nunca viene mal: es «la cosa pública» (res = cosa / publica = lo común), el cuidado, interés o administración de las cosas públicas. Así como la política era para los griegos la discusión de la vida en comunidad, de la vida en la pólis, la República entraña cierto cuidado y/o discusión por las cosas que a todos lo competen. No es muy distinto, en este sentido.
Esta característica de la República recubre (o debería recubrir) de cierta sacralidad a lo público: cualquier violación a la República implica una violación a la comunidad toda y, como tal, a cada uno de los ciudadanos.
Si trasladamos esto a la coyuntura, podemos ver que es esta la idea que subyace a los actos de corrupción: se utilizan los intereses de todos en favor de intereses privados. Sin embargo, y si bien es cierto que en la República el grado de responsabilidad más alto probablemente lo tengan los funcionarios públicos, hay un detalle no menor que se pasa por alto: todos son parte de ella.
Desde el ámbito privado, es claro que también se puede privilegiar el interés propio por sobre el colectivo, afectando seriamente al conjunto. Pero sea porque lo privado ha tenido mejor prensa que lo público, o por la verosímil concepción de que en el fuero propio todo queda sujeto a uno mismo, este tipo de acciones nunca se ponen en cuestión.
Un ejemplo suele aclararlo todo, decía Perón que decía Napoleón: si un periodista tiene información para presentar ante la Justicia por un caso de corrupción que afecta a la comunidad, debería presentarla toda de una vez y no guardar parte de ella «para su próximo programa». Allí se estaría privilegiando un interés privado (rating), por sobre uno público (el acceso a «la verdad»). Es cierto que la investigación del periodista se hizo con fondos privados, no públicos. Y que allí hay un argumento que traba la analogía. Pero esta se mantiene si, pensando un poco en el «bienestar general», examinamos cuáles son los efectos que sobre la sociedad se genera esta retención de información.
Y así podrían pensarse varios ejemplos más, atravesados por esta lógica público/privado. No hay dudas de que lo deseable sería que los funcionarios públicos no antepusieran sus intereses privados por delante de los de sus representados. Pero también hay que tener en cuenta que a la comunidad la hacen todos los sectores de la sociedad, y que si cada facción va a arrogarse aires republicanos para construir su discurso, debería tener en cuenta que muchas veces cae en lo que su propia voz critica.
No sólo la casta de funcionarios públicos tiene el deber de cuidar «lo común». La tentación de priorizar lo privado por sobre lo colectivo está al alcance de otros sectores sociales que no sólo incumplen el mandato que pregonan, sino que además se erigen como «guardianes de La República».
Eso, todo eso, también es la República.