Publicado en Revista Brando
Por Sebastián Zírpolo / Producción de testimonios Juan Brodersen / Fotos Vera Rosemberg
«Darth Vader toma un café en el lado oscuro de Colegiales». El tuit es de mariapisch y lleva una foto de, efectivamente, Darth Vader sentado en la mesa de un bar frente a esa estación de tren. La foto está tomada desde la calle, donde comienza el anochecer de un día agitado de noviembre. Las personas apuran el paso, los trenes van cargados. El hombre suburbano sigue su rutina. Dentro del Vía Lacroze, Darth Vader está conversando con Chewbacca. Gesticulan. Chewy parece enojado, levanta los brazos, pero todos lo conocemos y sabemos que el peludo tiene mal genio cuando está cerca del lado oscuro de la fuerza. En otra mesa, un clon stormtrooper conversa con un piloto imperial mientras relojean la tele del bar, donde Boca y Rosario Central están por jugar la final de la Copa Argentina. Boba Fett y otro stormtrooper, alejados de la escena, planean algo por lo bajo. Nada bueno, seguramente. Del lado de afuera, como María, decenas de otras personas toman fotos con sus celulares. Gente grande, treinteañeros, adolescentes y chicos de primaria, todos con la ñata contra el vidrio. María hace clic y tuitea, el resto va a Facebook: el destino les dio una historia para contar. Algunos de ellos se animan y entran al bar. Cómo no entrar. Star Wars está entre nosotros.
Este 17 de diciembre de 2015, cuarenta años después del estreno de la primera película de la saga, se presenta en todo el mundo El despertar de la fuerza, el séptimo episodio de Star Wars. George Lucas, su creador, la había pensado primero como una historia unitaria con principio y fin, pero cuando terminó de escribir el primer guión, la vio como una saga de nueve episodios. En 1977, apareció Star Wars: Una nueva esperanza; tres años después, El imperio contraataca, y en 1983, El retorno del Jedi. Después de esa seguidilla sobrevinieron años de sequía, matizados por cómics, novelas y merchandising, que pudieron sostener la mística y, claro, el negocio. En 1997, Lucas reeditó los tres filmes con mejor calidad visual y sonora, con escenas restauradas y otras que habían sido suprimidas y con muchos efectos especiales originales sustituidos por animación. Nos estaba preparando para una nueva saga. En 1999, presentó la primera precuela, La amenaza fantasma, y luego, con intervalos de tres años, El ataque de los clones y La venganza de los Sith. Hasta que en 2012 vendió su compañía, LucasFilm -la productora que había creado en 1971- a The Walt Disney Company, por unos 4.000 millones de dólares. Ese mismo día de fines de octubre, en el que se anunció la operación, Disney conmovió al mundo al revelar que para la navidad de 2015 estrenaría Star Wars: El despertar de la fuerza (a la que seguirán dos episodios más que se estima que saldrán cada dos o tres años). «Durante los últimos 35 años, uno de mis mayores placeres ha sido ver cómo Star Wars pasaba de una generación a la siguiente. Es hora de pasarle Star Wars a una generación nueva de realizadores. Así Star Wars vivirá para siempre y florecerá para muchas generaciones futuras», dijo Lucas al entregar la llave de su imperio.Generaciones es la palabra clave para entender por qué tantas personas de edades tan diversas se agolpan ahora contra el vidrio de un bar de Colegiales, se sacan fotos, sonríen y aplauden. Una escena que se repite en todos los lugares del mundo, en donde alguien se pone un traje y juega un rato a ser el sobreviviente de una guerra que se está peleando en los confines del universo. ¿Cómo hizo una historia de ciencia ficción, anclada en mundos de fantasía, en tiempos indefinidos, para cruzar cinco, seis generaciones, y volverse una experiencia común, tan cercana a la cotidianeidad de los terrestres? ¿De qué nos habla Star Wars? Desde una galaxia muy muy lejana, Star Wars nos enseña a vivir la vida en la Tierra.

En el episodio dos, El ataque de los clones, Anakin Skywalker y la senadora Padmé Amidala conversan tirados en el pasto, un día soleado, en una pradera de Naboo.
Anakin: Yo creo que el sistema no funciona.
Padmé: ¿Cómo lo harías funcionar?
Anakin: Los políticos deberían sentarse y discutir el problema, ponerse de acuerdo en qué es lo mejor para el pueblo, y hacerlo.
Padmé: Eso es lo que se hace, el problema es que no siempre se ponen de acuerdo.
Anakin: Deberían obligarlos.
Padmé: Pues dime quién va a obligarlos.
Anakin: No lo sé, alguien.
Padmé: ¿Tú?
Anakin: No hablaba de mí.
Padmé: Pero alguien.
Anakin: Muy sabio.
Padmé: Eso me suena a una dictadura absoluta.
Anakin: Bueno, si funciona.
Star Wars es fundamentalmente una historia política y de cómo la política afecta a las personas. Despojada de las idas y vueltas familiares y sus componentes épicos, místicos y mitológicos, cuenta la historia de una democracia, la República Galáctica, sobre la cual George Lucas deposita todos los males de la época propios de las democracias reales (la corrupción, el ascenso de las organizaciones multinacionales, los poderes económicos detrás de los políticos) y, luego, le ofrece la posibilidad de una resurrección. Repasemos el argumento (claramente sintetizado por Maik Civeira en su trabajo sobre política e ideología en Star Wars, publicado en su blog de cine egosumqui.blogspot.com.ar): la República Galáctica cae en desgracia por el ascenso de corporaciones sin territorio pero con enorme poder (la Federación de Comercio, aunque veremos que no es esta la única razón), estalla una guerra civil (la Guerra de los Clones), la República deviene en tiranía (el Imperio) hasta que una revolución (la Alianza Rebelde) la derroca y restablece una nueva democracia, sin los vicios que llevaron la primera a su perdición, e instaura la Nueva República.
Cualquier democracia moderna de Occidente se identifica fácilmente con la República Galática, una democracia electoral y representativa cuya institución más fuerte es el senado, que funciona en Coruscant. El senado está formado por representantes de todos los sistemas, que a su vez son elegidos o designados arbitrariamente en sus sistemas de origen por los gobiernos locales. En este punto, y por su magnitud, el senado se asemeja más a la ONU o al Parlasur, del cual acabamos de elegir en Argentina a sus legisladores. Pero el Senado Galáctico no es solo una cámara integrada por los territorios de la República, sino también por otros actores políticos, de tipo gremial. Es el caso del Clan Bancario o de la poderosa Federación de Comercio, corporaciones interestelares (trasladadas a la Tierra, transnacionales) que aparecen como el principal enemigo de la República. La Federación de Comercio, de hecho, controla el comercio en la Galaxia, y tiene su propio ejército. Su poder es enorme, a tal punto que pone en peligro la democracia republicana y logra vencerla. Cuando el entonces Canciller Supremo, Finis Valorum, busca regular el poder de la Federación estableciendo un impuesto a las rutas comerciales, la Federación de Comercio responde bloqueando el planeta Naboo para que el senado vote en contra. Es el comienzo del fin de la democracia de la República.
Para George Lucas, escribir una historia de la decadencia de la libertad anclada en un universo de ciencia ficción fue consecuencia natural del mundo en el que creció. Californiano, nacido en 1944 como George Walton Lucas Junior, hijo de rancheros, su educación sentimental se forjó durante la llamada «carrera espacial» entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. La idea de ser los primeros seres humanos en mirar ¡y viajar! al infinito y más allá fue una marca para toda una generación de la que Lucas es parte. Amante de la ciencia ficción en el cine y la televisión (fanático y coleccionista de Flash Gordon), entre sus sueños estaba el de ser, primero, corredor de autos y, después, piloto de aviones de guerra. Hasta que entró en la década del 60 como uno de los tantos «jóvenes despiertos a la conciencia en un pai´s cuya promesa de igualdad y libertad vieron debilitarse por la accio´n de poli´ticos corruptos, empresarios mezquinos, ciudadanos burocratizados y fanáticos de toda especie», según los describe el sociólogo español Luis Garci´a Tojar, docente de la Universidad Complutense de Madrid, en La ideología detrás de Star Wars. Para estos jóvenes de la generación Vietnam, entre ellos Lucas (que zafó de la guerra por ser diabético), el ecologismo, las drogas, el rock, las filosofi´as orientales y también la ciencia ficción sirvieron de vía de escape a la opresión. Tojar sostiene que Star Wars es una historia sobre la falta de confianza colectiva en el capitalismo, en la religión y en el hombre, falta de confianza que solo puede suplirse con la democracia. «Lucas -escribe Tojar- parece asistir al derrumbamiento de un mundo glorioso y arcaico frente al cual solo encuentra una protección: la democracia. Las fuerzas que construyeron el mundo descripto en las tres primeras películas de la saga -el capitalismo, la naturaleza y el pionero- se han debilitado. El primero quedó en manos de egoi´stas, la segunda fue destruida por la industria y el hombre se convirtió en enemigo de sí mismo. Apenas puede refugiarse en las instituciones democráticas, que precariamente sostienen un orden digno de llamarse justo».
Tomás Balmaceda, docente de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, coincide con que existe una enseñanza política en la saga. «En todas las películas hay ecos y tonos que nos hablan de ciertas posiciones e ideologías. La más clara es la del capitalismo: las seis películas pueden ser descifradas desde esta óptica como un gigantesco western galáctico sobre la lucha entre modelos políticos y económicos. Los planetas como Tatooine son sitios productores de materia prima, tierras disponibles para su explotación junto con la gente que vive en ellas, como la comunidad de pastores y agricultura en la que nace Anakin. Son personas simples, con economías sencillas y efectivas, lejos del lujo y del consumo superfluo. Frente a ellos están los planetas altamente industrializados que van avanzando sobre estos territorios», explica. «En la trilogía de las precuelas, además, a esta mirada sobre la génesis y las últimas consecuencias capitalistas, se le suma una discusión política sobre la utilidad del parlamentarismo, los problemas de la democracia representativa y los de la directa, junto con cierta visión ingenua de lo salvaje, en el caso de los wookies y los ewoks», completa.
La historia política de Star Wars sigue su curso de la misma manera en que suelen seguir las democracias en problemas: con la llegada del salvador, un hombre fuerte que concentra facultades y poder. En Star Wars el hombre fuerte es Palpatine. Cuando los senadores lo eligen, y este proclama la disolución de la República y el establecimiento del Imperio Galáctico, el senado estalla en una ovación. Todos aplauden menos Padmé Amidala: «Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso», llega a decir la senadora de Naboo. «Lucas nos propone tres modelos políticos -escribe el citado Maik Civeira-. Primero, el de la democracia corrupta e ineficiente que no logra acabar con la injusticia y se ve impotente ante el crecimiento del poder de las corporaciones. Segundo, el del «hombre fuerte» que se plantea como la solución a dicha corrupción e ineficiencia. Pero el gobierno del «hombre fuerte» resulta una trampa, pues conforme acumula poder, se va erosionando esa democracia por cuya protección fue electo en primer lugar. Tercero, la democracia verdadera, humana, honesta y funcional de Naboo, pero que por tratarse del gobierno de un mundo pequeño y periférico, no puede influir en el inevitable destino de la República». Balmaceda completa: «Sin duda, Lucas logró elaborar una fábula coherente y autocontenida que encontró eco de manera casi universal. Y es posible que el secreto sea su simpleza e intuición: la vieja historia de dos bandos maniqueos que se enfrentan por dominar la realidad».

El lado oscuro, la metáfora elegida por George Lucas para ubicar a grandes rasgos el mal es probablemente una de las figuras retóricas que más ha trascendido Star Wars, para anclarse en la vida cotidiana. A tal punto que dio origen a una «religión», no reconocida como tal pero con miles de seguidores en todo el mundo: el jedismo, una espiritualidad que invita a hallarnos a nosotros mismos y que convoca a sus seguidores al altruismo y la felicidad. Por otra parte, está el lado oscuro que lleva al odio. Lo dijo el propio Lucas en la revista Time: «Anakin Skywalker se convierte en Darth Vader porque se apega a las cosas. No puede desprenderse de su madre, no puede desprenderse de su novia, no puede desprenderse de las cosas. Eso nos hace codiciosos. Y cuando uno es codicioso, va camino del lado oscuro porque tiene miedo de perder cosas».
En este punto, Star Wars también se transforma en un sistema de valores gráfico y empático, capaz de penetrar en la cultura popular y, de ahí, en la vida individual. «Esa guerra de las galaxias es una lucha que se libra en el interior de cada vida, de cada mente, de cada historia. Hay que saber ganarle a nuestro lado oscuro». El que lo dice es el locutor Diego Ripoll, que integra esa masa de «famosos» que han declarado públicamente su fanatismo por la creación de Lucas. Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu, se suma a sus filas: «Una de mis frases de cabecera es de Yoda: «¡No! Try not. Do or do not, there is no try» («No lo intentes: hacelo o no lo hagas»). Luciano Zampa, colega de Ripoll, conductor en Radio Metro y Blue, resume: «La principal enseñanza que puede dejar Star Wars es que el mundo externo y, sobre todo, el interno se miden en fuerzas dispares y extremas. Por eso, todo ser humano busca lo mismo, el equilibro. Por más que a veces uno quiera ser Darth Vader y otras Yoda, el desafío está en ser los dos y en que esas fuerzas vivan en natural equilibrio. Porque nunca se sabe en qué momento uno debe estar de un lado o del otro del universo».
El Darth Vader sentado en un bar de Colegiales no es Darth Vader (vale aclararlo porque, vamos, todos estamos seguros de que Darth Vader efectivamente existe, ¿o no?). Se llama Ángel Arena, tiene 41 años y el orgullo personal de ser el primer Darth Vader oficial de Argentina, reconocido y avalado por LucasFilm. Ángel, como Gonzalo Poza (el clon stormtrooper), Rubén Dogliani (Chewbacca), y tantos otros, forma parte de la 501st Legion Garrison Argentina, una organización internacional dedicada a la construcción y el uso de réplicas precisas de trajes y armaduras de los personajes de Star Wars. La Legión 501 nació a fines de los 90 por iniciativa de un fanático estadounidense llamado Albin Johnson, que fabricó una armadura casera de un stormtrooper y la subió a un prehistórico sitio web hosteado en Geocities. Rápidamente, Johnson empezó a recibir mails de fanáticos del mundo con ganas de armar y mostrar sus propias armaduras. Diez años después, doscientos miembros de la Legión 501, llegados de todas partes y vestidos como stormtroopers, desfilaban con George Lucas a la cabeza durante el tradicional desfile Rose Parade de Pasadena, California. La agrupación se convirtió, así, en una organización oficial. George Lucas le cedió a la Legión los derechos para usar los trajes, siempre y cuando cumplieran con dos condiciones: que respetaran detalle y calidad de los trajes y armaduras de la película, y que la Legión 501 fuera una organización solidaria. Como homenaje a esos legionarios, Lucas bautizó Legión 501 al ejército de clones que entraron en el Templo Jedi junto a Darth Vader.
La Legión 501 cuenta, aproximadamente, con 8.000 miembros en el mundo. En Argentina, son cerca de setenta, repartidos en todo el país. Su comandante es Gonzalo Poza, de 28 años, chubutense, de Comodoro Rivadavia. Es un clon stormtrooper, aunque también tiene dos trajes más: piloto de reserva y guardia imperial. «Nosotros hacemos presencia en los eventos oficiales de Star Wars y también realizamos acciones solidarias. Trabajamos con la Casa Ronald McDonald, la Fundación Garrahan, y apadrinamos varios hogares de niños», cuenta. Como muchos fanáticos de su edad, Gonzalo conoció Star Wars con las reediciones digitales de 1997, y se volvió fanático con los nuevos episodios de comienzos de los años 2000. «Después me vinculé con la Legión, y en 2013 me eligieron comandante, así que me vine a vivir a Buenos Aires. Toda mi vida gira alrededor de Star Wars. A mi novia, por ejemplo, la conocí vendiéndole un traje». El fundador de la Legión en Argentina es Claudio Oliver, 57 años, dueño de la casa de muñecos coleccionables SW Toys y primera generación de Star Wars. «Vi el estreno en un cine de Lavalle, una tarde que me escapé del trabajo», recuerda. Unos años después empezó a comprar figuras de la saga y pasó a ser uno de los coleccionistas de figuras vintage más destacados. Claudio, cuyo disfraz es el de un guardia gamorreano, es también uno de los principales fabricantes de trajes de personajes de la saga. Recibe pedidos de todo el mundo: la mayoría son de Darth Vader, con un costo de $25.000. Precisamente, Darth Vader fue su primer traje: «Estaba buscando una persona que midiera 1,95 y tuviera la contextura física del actor original, y ahí conocí a Ángel».
Ángel, que es enorme, se convirtió así en el primer Darth Vader oficial del país. «Cuando me puse el traje no lo podía creer», cuenta. Para él, la vida de Vader, un personaje terrible y siniestro, «es una historia de amor hermosa, de amor por una mujer y por un hijo». Algo que terminó de entender hace pocos meses, cuando nació su primogénita: la fuerza poderosa que lo llevó a Anakin Skywalker, al romper los límites de la moral, a caer, por amor, por desesperación y por posesión, en el lado oscuro. Las pasiones y su delicado equilibrio.
Star Wars cuenta la historia de nuestras vidas. Que la fuerza te acompañe.