«Walsh nunca se hubiese sentado en 678 a aplaudir a funcionarios invitados»

Publicado en Yahoo Noticias

La palabra «corrupción» ha sido la que más ha incomodado al kirchnerismo durante estos más de diez años en el poder (aunque seguro más aún a los militantes kirchneristas). Señaladas como inventos mediáticos por quienes forman parte del gabinete, lo cierto es que las distintas denuncias que ciertos funcionarios públicos han tenido que enfrentar los han dejado, más de una vez, en la incómoda situación de explicar lo inexplicable. ¿Qué precio ha tenido esta situación para la sociedad argentina?

La tragedia de Once, las inundaciones de La Plata, el escándalo protagonizado por Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender o los asesinatos de pobladores originarios en el norte del país pueden ser tomados como ejemplos para responder aquella pregunta, según puede desprenderse de la hipótesis de Luis Gasulla en «El negocio de la impunidad». La idea central del libro es que, en retirada, el Gobierno de Cristina Kirchner está dedicando sus últimos esfuerzos en «blindar su propia impunidad».

Para representar esta situación, el libro abre con una historia más que polémica, que pretende oficiar como una gran metáfora de lo que Gasulla señala: «Mientras esperaba para ser atendida por Cristina Kirchner, una madre de una víctima de Once presenció un diálogo entre la Presidenta y la hermana del ‘Cuervo’ Larroque sobre carteras importadas de Louis Vuitton. Ahí, frente a ellas, como si nada».

El periodista de Perfil y miembro de FOPEA habla, a lo largo del libro, de «intocables»: «Allí están los dirigentes de La Cámpora como José Ottavis y su particular historia personal (gracias a sus contactos político-judiciales consiguió que su exesposa no pueda ver a su hija durante años). Es el caso de César Milani, el General de Cristina, espía preferido de la Presidenta y dueño de increíbles secretos de los dirigentes del FPV y de la oposición, los financistas del poder -caso Guillermo Greppi-, los contratistas -Lázaro Báez- y el vicepresidente Amado Boudou», explica Gasulla.

Aquí, el autor cuenta cómo hiló estas historias, en un libro que, quizás, sea de lo más incómodo para el establishment político gobernante y de lo menos conveniente para salir a la luz antes de 2015.

– El libro apunta a «los intocables» del modelo. ¿Qué quiere decir esto de intocables?

– Que ningún funcionario de renombre termina preso. Intocables es aquello que se mantiene estático, inmodificable y aquellas personas que representan esa idea. Decidí seleccionar ciertos símbolos que pueden llegar a trascender al kirchnerismo. O sea, la sociedad, la política y la justicia no son matemáticas. No se puede conjeturar con un 100 por ciento de certeza pero es posible suponer que los intocables seguirán siéndolo gobierne quien gobierne. Más aún si es el peronismo -de derecha, centro o de pseudoizquierda- sigue gobernando este bendito país. Intocable no significa que mantenga el poder, pero sí que conserve su impunidad, que su pasado no sea juzgado. Y la política maniquea de los derechos humanos, con sus contradicciones, cinismo y doble discurso.

– Marcás, en los inicios del libro, una contradicción entre la reivindicación de la figura de Rodolfo Walsh y las referencias de Cristina Kirchner al periodista. ¿Por qué?

– Lo de Walsh no es casual. Es el periodista más nombrado por el gobierno. El símbolo de lo que el poder actual aspira de un periodista. Sin embargo al Walsh periodista lo mataron por criticar y denunciar a un poder económico y político dictatorial con su Carta Abierta a la Junta Militar.  Walsh nunca se hubiese sentado en 678 a aplaudir a funcionarios invitados. A Walsh lo vaciaron de contenido. La Presidenta confunde periodismo con prenseros, gacetilleros, publicistas. El periodismo, más aún el de investigación, está para desconfiar de los dichos oficiales, no para reproducirlos. La mentira y el engaño son habituales en la clase dirigente, pero el kirchnerismo la institucionalizó como forma de hacer política. Y se autohomenajeó en ese rol. Por eso no sorprende que la Presidenta diga, sin ponerse colorada, que fue perseguida durante la dictadura, que fue una abogada exitosa o Cabandié evite pagar una multa explicando que «se bancó la dictadura». Eso es el negocio de la impunidad.

– «Sí, Mariana, ¿no te acordás? Cristina y vos hablaron un rato largo sobre las carteras Louis Vuitton», contás que le dijo Zulma Ojeda, madre de una víctima de la tragedia de Once, a Mariana Larroque, hermana del «Cuervo», mientras esperaba ser atendida por la Presidenta. ¿Cómo reconstruiste este diálogo?

– El diálogo está reconstruido por los familiares de la tragedia de Once y fuentes de Casa Rosada. Triste comienzo del libro que es una fotografía de las preocupaciones de la Presidenta y su entorno, el marketing que se pudre a medida que pasa el tiempo, el parecer antes que ser y una mujer que intentó adueñarse de todo, incluso para dar cátedra del dolor ajeno. Mientras Ojeda esperaba para ser recibida por la Presidenta, Cristina discutía sobre carteras con la hermana del camporista Larroque.

– ¿Por qué fue discrecional la asignación de subsidios por la tragedia? ¿Qué tipo de criterio aprobó el Gobierno?

– Los criterios en el manejo de los fondos públicos no estuvieron claros jamás. Ni con las cooperativas, obras públicas ni tampoco con los subsidios. Ante cada tragedia el gobierno intentó silenciar, luego cooptar y finalmente dividir para aislar a los familiares de las víctimas más intransigentes y combativas. Lo hizo en Cromañón, con Juan Carlos Blumberg, Once y en La Plata. El mecanismo fue similar. El hombre está lleno de miserias y necesidades. Todo hombre tiene su precio, solía repetir Néstor Kirchner. Cumplió. No dejó a nadie sin comprar o, en todo caso, intentar hacerlo. Si no hubiese sido porque había un Paolo Menghini y una Luján Rey -nombro a los padres más conocidos- las denuncias de los familiares de Once se hubiesen diluido.

– ¿Cuáles fueron los entramados de corrupción que tuvieron que ver con las inundaciones de La Plata?

– En La Plata se sintetizó y quedó expuesta la peor cara de la politiquería barata actual. Falsas promesas, obras hidráulicas que no se hicieron, extrema pobreza y proliferación de villas en lugares inhumanos a la vera de los arroyos, un intendente que dice estar donde no está, la solidaridad selectiva, la aparición de La Cámpora para marcar terreno con «La Patria es el Otro», del ejército de Milani, los saqueos y el ocultamiento de las causas reales del desastre «natural» y de la cantidad de víctimas fatales. El «memoria, verdad y justicia» tantas veces mencionado por el progresismo actual no se aplicó durante el trágico abril del 2013 en la ciudad de la Presidenta. Un juez, Luis Arias, investigó a pesar de todo y en vez de recibir el apoyo oficial, fue perseguido por el gobierno nacional y provincial.

– En 2011 ocurrieron asesinatos a integrantes de pueblos originarios ligados al líder popular Félix Díaz. El NOA y el NEA han sido zonas muy castigadas, con falta de agua y recursos, además. ¿Qué investigaste estos años sobre el tema y qué descubriste?

– Para este libro viajé a Tucumán, Chaco, Formosa, Santiago del Estero y Santa Fe. La pobreza empezó a aumentar considerablemente. En el norte argentino el odio hacia el aborigen es una política expresada por gobernadores como Gildo Insfrán. Pero no solo por una cuestión de disciplinamiento ideológico sino por un tema económico: «las tierras deben ser nuestras». El agua y la tierra son derechos humanos para todo aquel que habite este mundo pero, en el país que produce alimentos para 350 millones de personas, en Formosa y en el Impenetrable chaqueño, la guerra es por el agua. Los pueblos originarios representan el verso del progresismo actual. Cantito para la tribuna.

– ¿Qué lugar ocupan figuras como las de Milani en el kirchnerismo, que parecieran contradecir lo que el Gobierno suele predicar?

– Milani es milanista antes que kirchnerista. Tiene su propio proyecto. Hoy es temido por el propio Ministro de Defensa, Agustín Rossi. Quiere ser Chávez o Perón. Dudo que pueda. No es popular entre sus propios. Nunca antes un gobierno destinó tanto dinero a la inteligencia militar que la utiliza internamente, prohibido por la Constitución Nacional. La SIDE perdió su lugar. El fantasma de Milani está presente en todos los hechos políticos y sociales de los últimos años. Es un hombre inteligente y temido. La rueda del gobierno actual concluye en que, de tanto hablar de los derechos humanos, terminaron golpeando las puertas de los cuarteles para llegar al 2015. La búsqueda de verdad y justicia sobre lo ocurrido en los setenta se chocó con la cabeza con Milani. Defendido por parte de los organismos de DDHH y por el gobierno, la mitad de su camada está detenida por delitos de lesa humanidad. Por menos sospechas, sus compañeros fueron a prisión de por vida. Milani es un intocable K.

– El eje del libro es la corrupción, como lo fue también tu libro anterior. ¿Por qué sostenés que la corrupción fue «un rasgo central de la gestión K»? ¿Por qué «la impunidad» es, como decís, «la única bandera de los Kirchner»?

– La impunidad es la bandera final. El fin, último. Su última razón de ser. Claro que no fue la única. No es lo mismo el kirchnerismo en el 2003 que en el 2014. No es lo mismo las primeras medidas de Néstor Kirchner que la última de Cristina. La preocupación central de la Presidenta es garantizar su impunidad, que aquí no pasó nada. Que no tengan que explicar qué pasó con este país. La corrupción atraviesa al kirchnerismo pero el gobierno nació y se formó por una sociedad que así lo permitió. Surgió de esta sociedad como pasó con el menemismo como forma de hacer política y de vivir.

Artículo original, en Yahoo Noticias

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