Publicado en Yahoo Noticias
Durante estos diez años, no sólo el sector agropecuario gozó de poca simpatía dentro de las arcas del oficialismo. El empresariado, en más de una oportunidad, también se encontró con su cabeza bajo la afilada guillotina del discurso oficial: el kirchnerismo dejó en claro su poca simpatía por ellos.
Sin embargo, saliendo un poco del ámbito discursivo y yendo un poco más a los hechos, ¿cómo les fue a los empresarios en la autodenominada “década ganada”?
El banquero Jorge Brito, el polirubro Cristóbal López (desde aceite de oliva hasta casinos), lobistas todoterreno como Carlos Bulgheroni y Eskenazi son sólo algunos de ellos. Pero también Héctor Magnetto: el ahora archienemigo del Gobierno se benefició como nunca durante estos diez años, al calor de la fusión aprobada por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
Sucede que también hay que tener en cuenta la otra cara de la moneda: “Los empresarios nacionales siempre se caracterizaron por ser oficialistas de todos los gobiernos, al menos al principio”, explica Esteban Rafele, periodista, quien junto a Pablo Fernández Blanco lanzó “Los patrones de la Argentina K”, un recorrido por los empresarios que más se beneficiaron durante la gestión kirchnerista. Pactos, acuerdos, traiciones y hasta sugerencias religiosas: hay para todos los gustos.
Aquí, los autores cuentan quiénes son estos actores políticos que, si bien se llenaron de plata, fueron excluidos de la mesa grande, donde se decide la política económica del país.
– El kirchnerismo tuvo siempre un discurso anti corporativista. Pero se relacionó con empresarios como Jorge Brito que, según cuentan en el libro, siempre tuvo en mente conformar una “burguesía nacional con gran protagonismo”. ¿Cómo explican esta tensión?
– Esteban: Te diría que el discurso anti corporativista no estuvo siempre. Al comienzo de su mandato y condicionado por el escaso 22% de los votos y la falta de segunda vuelta, Néstor Kirchner necesitó asegurarse determinados apoyos. Buscó aliarse con los empresarios de la llamada “burguesía nacional” para “resistir”, de alguna manera, los embates de las multinacionales que habían quedado heridas por la devaluación asimétrica y el fin de las tarifas dolarizadas. Del otro lado, los empresarios nacionales siempre se caracterizaron por ser oficialistas de todos los gobiernos, al menos al principio. El caso de Brito es uno de los más claros: el banquero hizo campaña con Carlos Menem en 2003, criticó con mucha dureza al ministro de Economía Roberto Lavagna y defendió la dolarización que proponía el riojano, pero después se acomodó con mucha habilidad. Entendió como pocos que el kirchnerismo gruñe, grita y puede pegar, pero que las broncas son pasajeras y que, al final del día o de la semana, pueden conciliar intereses. Así fue como las ganancias del Macro crecieron 650% y Brito hizo su “década ganada”: el Macro acumuló utilidades por u$s 1735 millones en diez años y su presidente, una fortuna personal de u$s 500 millones.
Pablo: el discurso pretendidamente anticorporativista es eso, un discurso, que en la construcción política le rindió al kirchnerismo, en especial a Néstor, mucho más que en la práctica. El propio Kirchner favoreció la consolidación de ciertas corporaciones, y él mismo lo dijo. Cuando hablaba del fortalecimiento de una burguesía nacional. Es decir, la consolidación de corporaciones locales en reemplazo de las extranjeras. Para los grandes empresarios argentinos, eso tuvo un premio y un castigo. El primero: sus negocios crecieron como nunca antes. El segundo: su crecimiento se daba a cambio de perder toda señal de autonomía con respecto al Gobierno, por ejemplo, en las declaraciones públicas. Si esto se rompía, Kirchner lo vivía como una traición. El caso más evidente en mi opinión es el de Paolo Rocca, dueño de Techint y el hombre más rico de la Argentina.
– Cuando Kirchner asumió en el poder, era desconocido en el mundo empresario. ¿Cómo se amoldó a eso? ¿Se adaptó a un mundo que desconocía, o tenía ya contacto por su experiencia en Santa Cruz?
Pablo: A algunos conocía y a otros no. Los que no, inmediatamente intentaron posicionarse lo más cerca posible de Kirchner. Hay ejemplos clarísimos. Brito, que lo había criticado con dureza, concretó una reunión con Néstor por medio de De Vido de inmediato. Y le armó un crédito multimillonario para financiar obras de infraestructura en un país que estaba en default. Y Rocca le llevó apenas asumido el proyecto del Gasoducto del Nordeste, que en aquel momento era la obra de infraestructura más grande de las últimas dos décadas. El kirchnerismo tiene un discurso “des-corporativizante”, por decirlo de algún modo.
Esteban: creo que hay un fuerte discurso anti-establishment que forma parte de lo que algunos llaman “el relato”. La realidad es mucho más pragmática. Lo que sí hizo el kirchnerismo fue excluir a los grandes grupos empresarios de las decisiones de política económica. No fue algo menor, teniendo en cuenta que los empresarios locales estaban muy acostumbrados a sentarse en esa mesa, a poner ministros y secretarios de Estado. Y fue algo que cayó muy mal en el establishment y que hoy, en retrospectiva y con una sensación de “fin de ciclo” en muchos de ellos, se atreven a decir en voz más o menos alta. Pero cuando aceptaron esa premisa (la política la manejo yo, ustedes encárguense de hacer plata) hicieron, en muchos casos, los mejores negocios de sus historias.
– En el libro hay algunos personajes sin tanta exposición pública. ¿Quién es Carlos Bulgheroni, por ejemplo?
– Pablo: Es un lobbista argentino todoterreno, capaz de levantar el teléfono y hablar con Cristina Kirchner, con Felipe González, con Vladimir Putin, con líderes chinos y negociar con fundamentalistas casi sin despeinarse. Tuvo más exposición pública en los 90, pero marcó la economía y parte de la política del kirchnerismo de manera silenciosa. En 2001, trajo al ex primer ministro español para que apoyara al debilitado gobierno de su amigo Fernando De La Rúa. Llegó tarde, un día después de la renuncia del ex presidente. Antes de los 30 años, en los 70, le diagnosticaron cáncer linfático y poco tiempo más de vida. Fue un pronóstico claramente equivocado. Aunque va a atenderse a la clínica Mayo, en Estados Unidos, con frecuencia, no se aparta un sólo segundo del manejo de sus negocios. Él mismo se reconoce con un carácter muy difícil. Suele organizar encuentros con sus principales ejecutivos los sábados o domingos luego del mediodía. Se sabe cuándo comienzan, pero no cuándo terminan.
– Elsztain es un personaje muy religioso que aprovechó un momento muy complicado para el kirchnerismo. ¿Me cuentan un poco esta historia?
– Esteban: Es un cerebro financiero, un hombre que ve el negocio antes que cualquier otro. Y es, a la vez, una persona profundamente religiosa. Integra el movimiento jasídico Jabad Luvabitch, una corriente ortodoxa u observante del judaísmo, y es su principal benefactor en el país. Jabad también le dio a Elsztain un sinfín de contactos que utilizó para hacer proliferar sus negocios desde 1990 a esta parte. Primero conoció a George Soros, con quien estuvo asociado hasta la crisis de 2002. Quienes conocen a Elsztain dicen que esas convicciones religiosas tan estrictas lo hacen un poco naif para la política. El 12 de mayo de 2008, en medio del conflicto entre el Gobierno y el sector agropecuario por la resolución 125 de retenciones móviles, tuvo una audiencia en Casa Rosada con Cristina Fernández. Cresud, la firma agropecuaria de Elsztain, es uno de los principales productores de soja, tiene 645.000 hectáreas de campos. Hasta el día de hoy, la dirigencia rural cree que Elsztain le jugó en contra porque su empresa no hizo paro, y por esa reunión. Pero la reunión estaba pautada para hablar de un proyecto inmobililiario, Solares de Santa María, denominada “la Dubai de Puerto Madero”. Pero, por consejo de un rabino muy famoso entre los empresarios, Yoshiyahu Pinto –ahora investigado por presunto lavado de dinero en Israel- Elsztain intenta convencer a Cristina de que dé marcha atrás con el conflicto, apelando a citas bíblicas. La Presidenta ni se inmutó y, después de un silencio muy incómodo, se pusieron a hablar de Solares.
– Hay casos como los de Eskenazi en que pasan de un rubro al otro, en su caso, de banquero a petrolero. ¿Cómo hacen para moverse entre rubros tan distintos? ¿No les supondría un riesgo muy grande?
– Pablo: En 2007 la española Repsol, dueña por aquel entonces de casi todo el paquete accionario de YPF, decide disminuir su exposición en la Argentina. Es decir, desinvertir. Su presidente, Antonio Brufau, cree que el mejor camino para lograrlo es buscar un escudo político. Ya tenía contacto con los Eskenazi y les caían bien. Les ofrece el negocio y los locales lo aceptaron luego de alguna resistencia. La oferta de Brufau era seductora: le daría a los Eskenazi un 15% de la mayor empresa de la Argentina. La familia pagaría una porción menor en efectivo -menos del 10%- y el resto provendría de un pool de bancos y de la propia Repsol. En esa operación, se estableció que YPF distribuyera un 90% de sus ganancias en dividendos, un número exorbitante. Así, Eskenazi pagaba su parte y Repsol sacaba más plata del país. El final fue previsible: la producción de la empresa cayó de manera estrepitosa, algo que le dio al gobierno el argumento para estatizarla. Néstor Kirchner, que tenía buena relación con la familia, avaló todo el proceso.
– Magnetto pasó de ser un aliado a ser un enemigo. ¿Cómo le fue, en la historia del Grupo Clarín, A Magnetto con los Kirchner?
– Esteban: Héctor Magnetto pasó de ser el aliado perfecto al enemigo público número uno. Los primeros cuatro años de gobierno kirchnerista tuvieron en Clarín a un aliado importantísimo. Clarín le daba al Gobierno lo que éste quería: difusión, buen trato, exaltación de las mejoras económicas y los cambios políticos, etcétera. Y, aunque Clarín lo niegue, tuvo un rédito muy importante: la aprobación de la fusión Cablevisión Multicanal. El cable e Internet son hoy el principal negocio del Grupo Clarín. La operación significó un cambió de escala para el Grupo. De 2006 a 2007, la facturación anual pasó de $ 2.100 millones a $ 3.600 millones gracias a la fusión, que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, aprobó por orden de Néstor Kirchner el 7 de diciembre de 2007, tres días antes del traspaso del poder a Cristina Fernández. Moreno tiene bajo su órbita la Dirección de Defensa de la Competencia (CNDC), que debía dar su veredicto sobre la fusión. Y la operación generó roces internos. Por esa sola operación, Clarín fue uno de los grupos más beneficiados durante la década kirchnerista, a pesar de la guerra total que arrancó poco después y que todavía se batalla en los medios de comunicación y en Tribunales. Controla el 51% del negocio de la TV por cable en todo el país. El negocio de cable e Internet significó para Clarín el 69% de la facturación y el 95%, de acuerdo al balance de 2012.
– ¿Cuál es el total de empresas que tiene Cristóbal López?
– Cristóbal tiene dos grandes holdings: Indalo y Casino Club. Es dueño del 70% del primero y del 30% del segundo. Casino Club controla todo lo que tiene que ver con juegos de azar, esa actividad que Cristóbal arrancó en el sur y que, desde 2003, expandió por todo el país. El Grupo Indalo es un holding muy diversificado: alimentos gourmet, petróleo (Oil), la constructora CPC, gran jugadora de obra pública, el dulce de leche La Salamadra, el grupo de medios de C5N y Radio 10, el banco Finansur y muchas más empresas.
Pero lo interesante es cómo López se expandió en esta década. Una anécdota ejemplifica su relación con el kirchnerismo. En 1998, su empresa petrolera Almería Austral estuvo a punto de quebrar. El precio del crudo estaba bajísimo y no había extracción, por lo que su firma no conseguía trabajo. Por intermedio de Kirchner, gobernador de Santa Cruz, consigue que Pecom Energía, de Perez Companc le de un contrato que tenía destinado a otra empresa. Ese fue el puntapié inicial de su rueda de la fortuna. Dos años después, Cristóbal vendió Almería Austral, pero se convirtió en un gran jugador de la industria. Tal es así que, a comienzos de 2013 ya contaba con las estaciones de servicios que eran de Petrobras y que rebautizó Oil e hizo una oferta por el resto de los activos de la petrolera brasileña en el país. Petrobras había comprado en 2002 Pecom, por lo que López, después de una década kirchnerista, estuvo a punto de quedarse con la empresa que lo salvó al inicio de todo.
– Dentro de los casos que explican en el libro, ¿cuál es el empresario que más dinero hizo y rédito de su relación con el Estado sacó? ¿Qué circunstancias llevaron a esto?
– Esteban: tratamos de salir de la lógica de que, por su relación con el Gobierno, determinado empresario hizo más plata o sacó más rédito. La realidad es mucho más compleja. Lo cierto es que, cuanto mejor se llevaron con el kirchnerismo, mejor les fue a los empresarios. Jorge Brito, Cristóbal López y hasta Héctor Magnetto dan cuenta de esto. También Paolo Rocca, que gracias a las gestiones del kirchnerismo pudo cobrar una indemnización jugosa por la expropiación de Sidor en Venezuela –si bien no pudo evitarla y no quería perder la empresa. Generalmente, los miembros del establishment más tradicional, como los Bulgheroni o Rocca, son los que mejor se adecuaron al “estilo K” para seguir ganando dinero. Otros, como Luis Pagani, presidente de Arcor, triplicó su facturación en dólares en una década, aunque últimamente sus márgenes de rentabilidad cayeron por la inflación y los controles de precios. La realidad es más compleja de lo que parece: ni es cierto que el Gobierno sea antiestablishment ni es cierto el “vamos por todo” que los empresarios quieren instalar para sembrar la idea de que el kirchnerismo va por sus empresas.
Pablo: Sin dudas el que más dinero hizo fue Paolo Rocca. Pero es completamente injusto decir que eso ocurrió gracias al kirchnerismo. En un punto, Néstor Kirchner llegó en un momento histórico en que los Rocca se estaban preparando para concretar la internacionalización de sus empresas.
En todos los casos, tratamos a empresarios que eran ricos antes de la llegada de los Kirchner y lo seguirán siendo cuando abandonen el poder. Lo que sí creo que queda demostrado en la investigación es que son falaces ciertas versiones del gobierno y de los empresarios con respecto a los últimos diez años. Por ejemplo, que el kirchnerismo combate a las corporaciones o exige una redistribución de la renta que ahoga a las empresas. Por otro lado, la interpretación de algunos empresarios de que el kirchnerismo les impidió crecer en lo económico por su discurso supuestamente antimercado.