Publicado en Yahoo Noticias
Vidas Marcadas. Nuevas crónicas sobre Malvinas. El libro lanzado por el periodista Agustín Gallardo intenta recomponer el complejo rompecabezas que todavía hoy, a 30 años de la guerra en el archipiélago, sigue desarmado. «Aunque parezca que está todo dicho, no es tan así», explica. Todavía quedan historias por contar.
El aporte del periodista de Perfil, que escribió también en medios como «Hecho en Buenos Aires», «Ñ» y «Rolling Stone», es un conglomerado de historias que da una representación de lo que fue Malvinas, bajo la forma del relato. Duras, complicadas, tristes y hasta insólitas, las historias llevan al lector a comprender un poco más eso de que Malvinas «es una herida abierta».
Vidas marcadas es un documento histórico de gran valor periodístico, pero también literario. Se trata del libro debut de Gallardo, quien en esta entrevista revela cómo reaccionaron los familiares y nos cuenta algunas historias. Aunque quizás el rompecabezas completo nunca pueda ser armado.
—Hablar de la Guerra de Malvinas supone siempre un cierto respeto que a veces deviene tabú. Vos decidiste tratar el tema. ¿Por qué lo hiciste desde los relatos? ¿Cómo se te ocurrió?
—Malvinas es siempre tela para cortar. Siempre va haber alguien que quiera contar o decir algo. El relato es en estos casos una herramienta perfecta para hacer más interesante la lectura. Si bien se cree que está todo más o menos contado con respecto a Malvinas, esto no es tan así. Es decir: los protagonistas que por alguna razón están ligados a Malvinas, han ido cambiando su forma de pensar, han ido madurando en todo este tiempo. Hay 30 años, si bien muchos duelos no están resueltos, estas personas se permiten hablar de Malvinas entendiendo bien de que se trata este asunto.
—Cuando te acercaste a familiares de ex combatientes para narrar sus historias, ¿tuviste una buena experiencia o se te dificultó?
—Este no es un tema menor. Acercarse a los ex combatientes como a los familiares es una tarea compleja que hay que hacerla de poco. Hay muchas internas entre ellos, muchas disputas y hasta enemistades importantes. Cuando me fui contactando fue común escuchar del otro lado «mirá que yo no pienso como fulano o mengano». En todos los casos fui aclarando que este libro no se trataba desde el lado político.
—¿Cómo reaccionaban?
—Tuve de todo: desde un médico reconocido que estuvo en las islas y me sacó carpiendo, hasta un editor de un importante diario que estuvo reclutado en Campo de Mayo y luego de hacer la nota y escribirla, pidió ver el texto y quiso bajarse porque no compartía algunas cuestiones. Creo que, más allá de todo, es súper respetable. Tuve la posibilidad de entrevistar a Benjamín Menéndez. Si bien finalmente no entró por motivos editoriales, una persona que lo conoce me dijo: «No te conviene, el viejo tiene el caset puesto, te va decir lo mismo de siempre, cero autocrítica».
—»La guerra de Malvinas fue la última carta que le faltaba jugar al gobierno militar para irse y no volver nunca más», afirmás en la introducción. ¿Por qué creés que Malvinas fue una clausura a la posibilidad de un gobierno de facto?
—La dictadura las hizo todas: hacer desaparecer personas, robó bebés, hizo negocios, instauró un plan económico que hizo quintuplicar la deuda externa, organizó un mundial que fue una pantalla y, como si fuera poco, llevó al país a una guerra absurda y desigual. Fue el final porque a partir de ahí, la gente se empezó a dar cuenta de las mentiras. Todo había sido una mentira: desde el «los argentinos somos derechos y humanos» hasta el «estamos ganando» de las revistas.
—Contame alguna historia que te haya conmovido mucho.
—La que más me impactó, y es una historia que no se conoce para nada, es el caso de Roberto Calderón. Él fue combatiente, sobrevivió a la guerra y 22 años después, murió en Cromañón (una discoteca ubicada en Buenos Aires, que se incendió en 2004 donde murieron casi 200 personas. Más allá del destino trágico, la historia de él une un poco la negligencia con que los argentinos encaramos las cosas. Siempre lo hacemos mal, todo atado con alambre, como se suele decir. Ya sea para organizar un recital o para ir a una guerra absurda. Es realmente desgarrador el testimonio de Miriam, su mujer. El caso del acampe que hace otro grupo de ex combatientes en la histórica Plaza de Mayo es otra historia muy fuerte. Representan a 400 veteranos que fueron convocados hacia el sur del continente. Ellos no estuvieron en las islas pero sufrieron los mismos embates de aquellos que estuvieron en las islas: pasaron frío, hambre y sufrieron, en varios casos, conductas hostiles de sus superiores. Es contradictorio: hay soldados que estuvieron en las islas no tiraron ni un solo tiro, estuvieron mejor alimentados y con más abrigo que estos veteranos de la plaza. El capítulo se llama «La otra trinchera».
—Muchos de los familiares de caídos en Malvinas compartieron una situación similar al de los desaparecidos de la dictadura: tardaron tiempo en confirmarles que sus parientes estaban muertos, y en muchos casos los cuerpos no aparecieron. ¿Creés que desde las historias personales y los relatos que recopilas se puede ver esta continuidad entre un régimen y otro?
—Totalmente. Creo que la maduración de la sociedad ha hecho que, primero se separe a Malvinas de la dictadura. Una cosa el proceso de facto que instauro la guerra como propaganda y difusión, y otra cosa son los hombres que fueron a pelear al archipiélago. Hay un relato en mi libro de Norma Gómez, ella tiene a su hermano ex combatiente y «desaparecido», pertenece a los llamados «soldados solo conocidos por Dios». Cuando terminó la guerra, además de traer bien escondidos a los soldados, hubo una clara misión de los altos mandos de hacer que los familiares que habían perdido a un ser querido, se olviden de ese asunto. «su hijo fue un héroe, eso es lo que importa», «para qué saber, todos son argentinos patriotas los que fueron a Malvinas», les decían.
—¿Qué sensación te dejó volcar en papel las historias?
—Mucha tristeza y alegría juntas. No fue fácil. Este es mi primer libro. Uno va dejando y el proceso a veces es sacrificado. Ver las historias en papel significa una gran alegría. Tal vez me quedó la sensación que hay mucho más aún poco conocer y relatar. Pero por eso no hay problema, siempre habrá tiempo para escribir otro libro.
—¿Cambió tu forma de pensar Malvinas después de este libro? ¿En qué sentido?
—Totalmente. Me di cuenta de lo sensible que es el tema para los combatientes y para los familiares. Para mí las Malvinas en sí, como lugar físico, no significan nada. Pero sí son un símbolo desde el lado coyuntural e histórico, son -como está de moda decir ahora- una herida abierta, y tienen mucho que ver con el ADN argentino. Vicente Palermo lo dijo así: «Son el ADN de la soberanía, y ese ADN está definido por una falta. Más allá de todo, legalmente, son nuestras». Eso lo pensé desde siempre.
Si te interesa el libro, podés leer un relato completo acá.