Ummagumma, ese rastro de Pink Floyd que permite visitar el ecosistema Gilmour-Wright por un rato

I. And I’ve got a strong urge to fly

Ummagumma cae en una categoría siempre difícil de pensar: la de las bandas tributo. ¿Sonar como sonaba Pink Floyd, objetivo trunco desde el vamos? ¿Interpretarlos, bajo el riesgo que siempre conlleva interpretar? ¿Un mix de ambos? ¿Entretener a un público nostálgico de algo que no volverá, o hacerlo por diversión propia? ¿O será que las cosas funcionan cuando suceden ambas?

Tributar a Pink Floyd no es fácil. Tributar, en rigor, es difícil. Pero Ummagumma hace algo interesante. Llega al núcleo floydian de hacer sentir que cada nota es parte de un conjunto que es más que la suma de las partes.

En particular, si de la banda londinense se trata es tener un doble de Waters. Esa voz carrasposa, grave, que habla -y denuncia- más de lo que canta. Y es tener un doble de voz de Gilmour, que acaricia con un paño de seda cada nota que sale de su voz. Y un stunt de Richard Wright para esos colchones siderales de sintetizadores.

Federico Cassola (Ummagumma)

En realidad es tener dobles en todos los puestos, y tener uno de altísimo riesgo: el que se anime a estirar más trastes que lo normal para conseguir el sonido de la guitarra de Pink Floyd.

Todo eso es difícil de conseguir, pero con trabajo, técnica y azar -el tono en la voz se puede emular, pero hay algo del orden cosmológico que se cuela en una voz similar a otra- se puede. La clave de Ummagumma, y la principal razón para sentarse a escucharlos, pasa por otro lado.

II. Everything under the sun is in tune

La banda trabaja bien los contrastes, algo clave en Pink Floyd. Tiene a todos los integrantes en su lugar. Los sonidos de cada instrumento están muy estudiados, pero ese no es el mayor mérito: están armonizados en función del sonido de una banda.

Para los más entendidos, la mayoría de las versiones que hacen en vivo son las que Pink Floyd (o Waters – Gilmour como solistas) hacía. Por ejemplo, el solo de Mother tiene una vuelta más. Como corresponde, a puras tríadas y bends gilmourianos.

El trabajo de las coreutas es clave. Están ahí para hacer a ese ecosistema de sonidos floydianos que siempre son envolventes.

Gabriela Gutierrez Girard, Emma Laura Pardo, Marina Wilensky y Valeria García

La iluminación también hace lo suyo y logra poner en clima cada uno de los temas para que la experiencia sea completa.

Las voces trabajan bien el contraste Waters-Gilmour (aunque podrían mejorar un poco el inglés). The great gig in the sky lleva al público al espacio sideral de las voces, que pueden hacer un solo como la guitarra o cualquier otro instrumento. Y con una vuelta de tuerca: las tres coreutas participan del set.

Los licks, fills, y patterns están estudiados a la perfección. Y ejecutados con timing.

Los temas pasan por los inevitables clásicos, pero hacen joyas como Fat old sun o Astronomy domine. Es un show para ir a ver si se conoce un poco de Pink Floyd, pero también si se es fanático hasta de las alteradas versiones en vivo.

III. You gotta be crazy

“En Pink Floyd, la música es la vedette”. Así lo entiende Agustín Mollo, el guitarrista principal de la banda, que merece un apartado. Hay que escucharlo en vivo para entender el fenómeno: suena realmente espectacular.

Porque Mollo parece entender que no sólo hay que saber los licks de Gilmour. Las frases. Los patrones mediante los cuales Gilmour reinterpretó el uso de la pentatónica.

Y esto es básicamente porque Mollo no enchufa la guitarra al amplificador: se la enchufa a las tripas.

Ummagumma

Tocar los solos de Gilmour no es sólo estirar ese traste de más sin desafinar. Es no desentonar: sentir la nota en el momento justo. Y Mollo hace un trabajo que levanta miradas cómplices en el público.

El set de pedales acompaña, claro. Los presets. Qué haríamos sin ellos. Mollo los tiene todos tan calados que pasa del sonido de los arreglos de Time al solo de Money para que todo quede en su lugar. Con el sonido strato al palo cuando hace falta con el neck, bridge o middle pickup.

Y allí entra el acompañante principal de esos sonidos espaciales: las reinterpretación de Wright encaja como dos piezas que estaban hechas para encastrar. Y que dan la sensación de que ambos dobles se conocen de toda la vida para lograr ese sonido.

Es muy difícil calificar un solo de Gilmour tocado por un no-Gilmour: ¿hay que reinterpretarlo? ¿Hay que tocarlo igual? ¿Hay que “acomodarlo” a la banda? Incluso no es menor pensar que Gilmour mismo fue mutando sus sonidos. Pero que la clave, como en todo tema, banda o show, no está tanto en el medio sino en el ejecutor: los dedos no mienten.

Ummagumma

Ni David Kilminster, guitarrista de Roger Waters, se anima a tocarle una coma a los solos de Pink Floyd (cosa que sí hace, y hasta por demás, cuando sale de gira con Steven Wilson, y despierta el desconcierto de los fans).

Mollo es, así, el detalle que hace que la banda gire en torno a una sonoridad que, hoy, ya es imposible de encasillar pero tremendamente fácil de reconocer.

IV. Looks alright from where I stand

Parecería que la elección del nombre de la banda es una declaración de principios sobre el Pink Floyd que quieren interpretar, aquel más side B que mainstream, sin dejar de entender que los clásicos hay que tocarlos.  

Es cierto que hay muchas preguntas para hacerse con las bandas tributo, pero una sin dudas es la fundamental: ¿Por qué ir a verlas?

Decíamos que quizás “emular” la sonoridad de una banda icónica puede tener mucho de satisfacción personal: de divertirse tocando esos temas con los que todos crecimos, o que escuchamos de más grande, pero que nos tocaron una fibra sensible.

Y en Ummagumma parece que pasa algo en particular: todos los músicos la pasan muy bien. Las miradas cómplices entre el tecladista que está en el fondo y el cantante que está adelante, entre las coreutas, entre el (siempre invitado) saxofonista (para hacer ese icónico solo de Money o apoyar en Us and Them).

Ummagumma

Focalizar en el lado Gilmour de Pink Floyd es una decisión arbitraria para una crítica sin dudas. Pero no por eso injustificada: entrar en el ecosistema de la banda tiene mucho que ver con su sonoridad, no porque la pata Waters no tenga peso, sino porque el trabajo sonoro de ese ecosistema general tiene muchísimo que ver con la forma de entender la música de la dupla Gilmour-Wright.

Ummagumma se embarca en esa empresa de sonar así que, en el fondo, todos lo sabemos: es absolutamente imposible.

Pero que, junto a una gran banda que trabaja de manera profesional, hace que extrañemos un poco menos a una de las formaciones musicales más grandes de la historia.

Un comentario en “Ummagumma, ese rastro de Pink Floyd que permite visitar el ecosistema Gilmour-Wright por un rato

  1. Excelente nota, felicitaciones para Juan! no le sobra ni le falta nada!
    Respecto al ingles me parece que esta bien q no se escuche el Ingles «londinense» de gilmour o waters, eso le da mas personalidad a la banda q se nota que hablan ingles pero siguen siendo Argentinos!!

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