“Polarizados”: por qué funciona tanto el odio en redes sociales

Entrevista con Natalia Zuazo

La “grieta” que popularizó en los medios el periodista Jorge Lanata parece estar más vigente que nunca. El recorrido es conocido: se viraliza un video, noticia o tuit y, de ambos lados, el discurso radicalizado se adueña de las interacciones. Y los algoritmos de las redes sociales contribuyen bastante -si es que no son los responsables- a una creciente degradación del debate público.

“¿Por qué preferimos la grieta, aunque digamos lo contrario?”, se pregunta Polarizados, una nueva recopilación de ensayos publicada por Capital Intelectual.

El libro, un juego de palabras que reposa en un célebre ensayo del sociólogo francés Francois Dubet –¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario)-, indaga en la diferencia específica local: ¿qué tiene de particular la polarización en la Argentina? ¿Cómo funciona desde lo político, económico y social? ¿Y desde lo tecnológico?

Bajo el paraguas de diversos especialistas, y con una biblioteca detrás que no solo considera autores clásicos sino discusiones contemporáneas como la de Por qué estamos polarizados de Ezra Klein, el libro aborda los distintos aspectos de la polarización y la grieta.

Las redes sociales, el lugar predilecto de la polarización. Foto AFP

Las redes sociales, el lugar predilecto de la polarización. Foto AFP

Natalia Zuazo, periodista y consultora en comunicación política y políticas tecnológicas, habló con Clarín sobre este fenómeno en el terreno digital: las redes sociales, los foros y otros vericuetos de la web, a partir del artículo que escribió junto a la investigadora Natalia Aruguete.

Porque el argumento de la democratización que trajeron las redes puede ser bastante tramposo, y la pretendida democracia online quizás esté complicando más el debate de lo que pueda estar contribuyendo.

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“La vida digital”, una investigación sobre por qué no podemos dejar de estar online»

«La vida digital»

Hace unos 20 años, mIRC, ICQ o MSN exploraban qué se podía hacer en un chat. Todos permitían charlar, claro. Habían sido inventados para eso. Algunos empezaban a dejar que mandemos fotos. Otros, emoticones, los proto-emojis. Y más adelante, videos.

Pero había una función en común que a ninguno se le escapaba: la posibilidad de estar offline. Algo que Whatsapp, en 2021, no permite: una vez instalado, estamos en línea. Para siempre.

Esta idea, que se nos metió en el bolsillo hace por lo menos una década, moldeó nuestra forma de relacionarnos a punto tal que, tras la enorme caída de servicios de Facebook, Whatsapp e Instagram del lunes de la semana pasada, muchos sintieron angustia al no poder conectarse.

“La ‘caída’ nos hizo ver cómo nos relacionamos con la soledad y el silencio”, advierte a Clarín Ariel Gurevich, investigador en Ciencias de la Comunicación (UBA), autor de La vida digital, Intersubjetividad en tiempos de plataformas sociales. (La Crujía Ediciones, $1050).

Su reflexión encaja como una pieza más de un complejo rompecabezas que las GAFAM (GoogleAmazonFacebookApple y Microsoft) vienen construyendo desde hace tiempo. Uno en el cual el principal producto somos “nosotros”, como activo para los anunciantes.

Atravesados por una época donde parece imposible concentrarse, Gurevich analizó de qué manera la vida digital ya dejó de ser “un momento” como era en los 90, para ser un continuo que interrumpe constantemente nuestra capacidad para concentrarnos.

Nuestras actividades se fragmentan, respondemos simultáneamente a solicitudes que nos llegan de distintos lados (notificaciones, audios y textos por mensajería, mails, llamados), vamos surfeando esta dispersión. Uno interrumpe, es interrumpido o se auto interrumpe, la relevancia queda menos del lado de quien envía sino de quien recibe un mensaje, que elige o no responder”, reflexiona.

Acá, algunas ideas desplegadas en su libro, a partir de la experiencia de desconexión forzosa que gran parte del mundo vivió con la caída de los servicios de Mark Zuckerberg.

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De Instagram a TikTok, la tecnología transformó nuestra vida cotidiana en una “vida en plataformas”

Vidas mediáticas

“Los usuarios viven en red, pero sólo interactúan a través de plataformas: entran en FacebookTinder o en el home banking para hacer intercambios, como se sigue entrando en bares, tiendas y shoppings».

José Luis Fernández, doctor en Ciencias Sociales y profesor de Semiótica en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), describe en Vidas mediáticas. Entre lo masivo y lo individual (La Crujía, 1390 pesos) las relaciones que venimos construyendo durante los últimos años con las aplicaciones de nuestros celulares: las mediatizaciones.

“Una mediatización es todo intercambio de mensajes a través de una tecnología. Lo contrario a la mediatización son los intercambios cara a cara. A pesar de lo que se cree, las mediatizaciones no son virtuales, son tan reales como en el cara a cara, y tampoco son no presenciales: son diferentes modos de presencia en la sociedad mediatizada”, explica a Clarín el experto en comunicación.

La aclaración de que las interacciones mediante aplicaciones como TikTokYoutube o Instagram son tan reales como las «cara a cara», recuerda al acrónimo usado por quienes pasan (muchas) horas frente a computadoras y se refieren a lo que sucede fuera de la PC como AFK: Away From Keyboard.

Esto es, lejos del teclado, lo que denota que lo que sucede en los dispositivos tecnológicos sucede “en la vida real” (IRLIn Real Life).

El libro tematiza las prácticas que circulan a partir del uso sostenido de dispositivos. Foto EFE

El libro tematiza las prácticas que circulan a partir del uso sostenido de dispositivos. Foto EFE

El excesivo uso de las redes, el protagonismo desmedido buscado con las publicaciones, la tiranía perversa del like y la feroz batalla por la atención parecen fenómenos eminentemente nuevos.

Y, sin embargo, Fernández disecciona a las mediatizaciones que sí son nuevas tecnologías, pero cuyas raíces pueden encontrarse en la Revolución Francesa, el Medioevo o, incluso, mucho más atrás.

Esta nueva forma de vincularse que rompe con la vieja estructura donde “se era famoso o no se era” demanda una reflexión más profunda, según el autor.

Acá, el investigador de la UBA y la UNTREF explica el sentido de un libro que se empezó a escribir antes de la pandemia del coronavirus y que, con la llegada del Covid-19, se resignificó a la luz de la ya instalada nueva normalidad.

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