Jon «Maddog» Hall, sobre los NFT: «Pienso que son una estafa»

Jon “Maddog” Hall es uno de los padres del software libre. A sus 72 años, y con varios proyectos todavía, se dio una vuelta por Buenos Aires para asistir a un par de convenciones (Campus Party y Nerdearla).

Hablar con él es como abrir un libro de historia de la informática. El año pasado tuve la posibilidad de entrevistarlo y salió esta charla en profundidad.

Esta semana pasó por Buenos Aires Campus Party, dio una charla sobre sus orígenes en el software libre, planteó cuáles son para él los desafíos actuales. Una ve que terminó de hablar, se quedó respondiendo preguntas.

Se lo notaba cansado y no quise sacarle demasiado tiempo. Así que le pedí una opinión sobre los NFT.

¿Por qué? Porque el evento estaba repleto de sponsors relacionados a los tókens no fungibles. Y la charla de Maddog se sintió como una bocanada de aire fresco, pero no mencionó nada en su exposición.

Esto dijo:

“No-Cosas”, una dura advertencia de Byung-Chul Han sobre el uso excesivo de las redes sociales

Agarrar el teléfono, chequear las notificaciones. Responder mensajes de WhatsApp, dar algún like en Instagram y hacer swipe en una app de citas. Ponerse a trabajar y, al rato, volver sobre la pantalla sin rumbo. Y perder más de tres horas haciendo “nada”. La filosofía del smartphone y las redes sociales se coló en nuestras vidas sin que nos cuestionemos qué de ella nos hace bien y qué, mal.

Byung-Chul Han, reconocido filósofo alemán de origen surcoreano, escribió un nuevo bestseller en 2021 y hay varias ideas potentes, aunque quizás no del todo originales: No-Cosas. Quiebres del mundo de hoy ​es una invitación a repensar de qué manera nos relacionamos con la tecnología en 2021.

La primera capa del libro, y la más visible, es la marca de origen de Han: como buen filósofo, está interesado en dar con la diferencia específica de la época en la que vive. Allí es donde se encuentra con que habitamos un mundo en el cual ya no nos relacionamos con las cosas. Nos relacionamos con plataformas online, con likes, con posteos. Con deseos digitales que -no por digitales sino por deseos- nunca se verán realizados.

Ahí se empieza a ver la segunda capa, una reflexión sobre una cotidianeidad naturalizada que no cuestionamos. Y para hacer esto se sirve de vertientes clásicas del pensamiento occidental, con más guiños para entendidos, pero no por eso incomprensible para quien no sepa de filosofía. Veamos.Las redes hacen que "las cosas desaparezcan sin que nos demos cuenta”, considera el filósofo. Foto AP

Las redes hacen que «las cosas desaparezcan sin que nos demos cuenta”, considera el filósofo. Foto AP

Han no plantea nada que no haya pensado ya el filósofo alemán Martin Heidegger, quien a su vez quizás tampoco haya planteado algo que no haya escrito Platón (como suele decirse -un poco en broma, un poco en serio- la historia de la filosofía occidental no es más que una nota al pie de la obra del filósofo griego). De hecho, la pregunta por el “ser” de las cosas, por las “cosas” mismas y su existencia es tan vieja como los filósofos presocráticos del siglo VI a.C.

Pero Han hace algo novedoso al iterar -repetir, de manera distinta- estos interrogantes: piensa esos problemas de forma actualizada. Les hace F5. Platón, Agustín, Descartes, Kant y Hegel no pensaron con un teléfono celular en sus manos. Han, sí.

Y lo hace con una virtud poco resaltada en el ámbito intelectual: escribe de una manera muy clara. A Han se lo puede leer sin trabas, es comprensible y ameno. Pero no por eso menos incómodo, angustiante, a la hora de ser digerido.

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Mortal Kombat 11: el juego definitivo de una saga que volvió más violenta que nunca

Publicado en Clarín

Mortal Kombat es una saga de videojuegos de pelea con 27 años de historia. Su primera aparición en los arcades (o fichines) dejó a todos escandalizados con sangre, brutalidad y fatalities con desmembramientos de todo tipo. Su última versión, Mortal Kombat 11, respeta a la perfección estas raíces: personajes clásicos, salvajes finishers, movimientos especiales, combos y un sonido que hace sentir los golpes en la cara. Con un modo historia que es casi una película, el juego recibió algunas críticas por microtransacciones. Sin embargo, hay que decir lo más importante: es el mejor juego de pelea que Netherrealm studios haya hecho.

Publicado por Warner Bros., tiene distintos modos de juego, tantos que hasta puede ser un poco confuso y mezcla elementos de looteo, pequeños trazos de RPG y modos cooperativos, además del clásico online. Y un excelente tutorial que ayuda a comprender la velocidad con la que hay que ejecutar los comandos para que salgan bien.

También algunas cosas están realmente muy mal pensadas: la versión de Nintendo Switch, que tiene como ventaja más grande la portabilidad (en tanto a nivel gráfico es muy inferior a la de Playstation o Xbox One), requiere conectividad permanente para ciertas funciones de juego. Esto no tiene absolutamente ningún sentido.

Clarín probó las versiones de Nintendo Switch y Playstation 4. Acá, lo mejor, lo peor y el veredicto final.

Historia y tradición: “You’re next!”

La plantilla de jugadores, con dos desbloqueables.  (Netherrealm Studios)

Mortal Kombat siempre fue violento. Y polémico. El juego, catalogado como M (para mayores de 17 años), está en la misma senda de siempre: golpes brutales, sangre a borbotones y fatalities. El juego fue anunciado en la E3 del año pasado, y desde entonces generó mucha expectativa en la comunidad gamer.

La historia se centra en los eventos ocurridos tras la derrota de Shinnok (Mortal Kombat X, 2015): Raiden asume la responsabilidad de absorber la corrupción del personaje, ya totalmente vencido. Esto genera la aparición de Kronika, una diosa del tiempo que altera las líneas temporales, pero que guarda un odio visceral contra Raiden porque el dios del trueno mató a su hijo, Shinnok.

Y acá viene lo más interesante: como diosa del tiempo, Kronika produce un descalabro temporal con una superposición de los personajes clásicos: Sonya, Johnny Cage, Kano, Scorpion y demás aparecen como versiones de sí mismos pero de los primeros juegos.

La historia está bien llevada, no es nada revolucionario, pero maneja algunos giros argumentales que la hacen interesante, sobre todo para los fans más finos que siguen el universo expandido de los cómics. Y con un tono cinematográfico excelente, que hasta tiene momentos sentimentales.

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Gustar, ganar y gobernar: la política en tiempos de redes sociales

Publicado en Clarín

Gustar, ganar y gobernar: la política en tiempos de redes sociales

En 2015 Mauricio Macri logró llegar a la presidencia de Argentina. La polarización, el poco apoyo de la expresidenta Cristina Kirchner a Daniel Scioli y un clima de fin de ciclo surgieron en aquel noviembre como las principales razones de la victoria. Pero un factor que pocos tenían en cuenta como determinante apareció luego de las elecciones: Macri fue ese año el presidente más popular de Facebook.

El dato lo arrojó Burson-Marsteller, una de las agencias de comunicación más grandes del mundo, y daba una pauta de la fuerza que habían tenido las redes sociales a la hora de construir la imagen de Macri, y cómo eso influyó en las urnas.

Gustar, ganar y gobernar: la política en tiempos de redes sociales

Debate presidencial 2015: Macri y Scioli se enfrentaron en la TV y tuvieron una alta interacción en redes sociales | Maxi Failla

Entre aquellas discusiones a muerte en la plaza de la Grecia antigua (el ágora, caso predilecto de quienes estudian estos fenómenos) y ese 2015 se dieron muchas transformaciones. Es eso lo que Gustar, ganar y gobernar (editorial Aguilar, 192 páginas, 249 pesos) explora en torno a cómo las nuevas tecnologías cambiaron las formas de hacer política. Y de convencer a los votantes.

Argentina tiene el mayor porcentaje de población que usa internet en América Latina. Es un 80%, que se suma a otro dato clave: sus habitantes están entre los que pasan más tiempo en las redes sociales en el mundo.

“Pensemos en el hecho de que la red social más utilizada del mundo, Facebook, alcanzó este año un total de 1.860 millones de usuarios activos, mientras que Twitter superó los 310 millones, y con tan solo cuatro años de vida Instagram acaba de anunciar los 500 millones de usuarios. Internet logró conectar y hacer dialogar a más de 3.500 millones de personas”, dice a Clarín Gonzalo Arias, sociólogo, y autor del libro.

¿De qué manera se transformó la esfera pública con la tiranía del “Me gusta”? ¿Cómo se sostiene un candidato que promete pobreza cero, cuando todos saben que esa meta es imposible? ¿Qué lugar ocupan los consultores, “gurúes” de las encuestas (que suelen equivocarse)? La comunicación política en el siglo XXI tiene sus vericuetos, y estudiarla ayuda a comprender, al menos de forma parcial, por qué se vota lo que se vota.

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Ellos viven de Ángeles, no de Kevin

Esta semana se dio a conocer una noticia durísima por La Garganta Poderosa: Kevin Molina, un chico de 9 años, fue asesinado de un balazo en la cabeza al quedar en medio de un enfrentamiento (presuntamente narco) en el barrio Zavaleta (villa porteña 21-24).

Decir que la muerte de un pibe del barrio Zavaleta vale muchísimo menos que una muerte causada en un barrio como Palermo para los medios es casi una obviedad, por dura que resulte. El comunicado de La Garganta evidencia esto con suficiencia: sólo un puñado de medios periodísticos dieron la noticia, las redes sociales apenas sintieron el sonido de la vaina que mató a Kevin, y Clarín dio la noticia sólo en contraste con lo que sería un craso error de la Presidenta.

La pregunta que se impone genera su propia respuesta casi de modo recursivo, en la cátedra que han dado los medios de comunicación en los últimos decenios: un policial en un barrio carenciado no tiene relevancia, un asesinato de clase media para arriba sí lo tiene. Este fenómeno suele responder a que los sectores con menos visibilidad no importan, no tienen impacto, porque suelen ser silenciados e invisibilizados, cubriéndolos por los medios con ropajes siempre criminales. Mientras que los policiales de gente «como uno», tienen más visibilidad porque la población es más propicia a la identificación y, con ella, a la indignación, el morbo y la perversión.

Con una vuelta de tuerca: las muertes de los sectores no poderosos sólo se publican colateralmente, siempre que esto tenga algún tipo de uso que resulte favorable para un sector del poder. Esto no queda exento de excepciones -la puesta en agenda del crimen de Mariano Ferreyra por parte del PO es una; la enumeración excedería el propósito de este post-, pero la regla general que se puede inferir de las coberturas policiales es y sigue siendo esta (es difícil creer que a  TN le importan los Qom y no el rédito político que de ellos sustrae).

Siguiendo esta línea argumentativa, no se trata aquí de analizar este fenómeno en el plano formal de las coberturas periodísticas, sino de traducir lo que está contenido analíticamente en la propia definición de «medios de comunicación»: la idea de que ellos son un medium entre la realidad y la gente, que están allí para informar lo que sucede y, yendo un poco más a fondo, que buscan «la verdad».

Es necesario, en estos tiempos, traducir todo esto bajo un lenguaje que le haga un poco más de justicia a lo que realmente son, a saber, vendedores de mercancías. Y es allí, donde podemos entender por qué Ángeles cubrió miles de horas en la televisión y Kevin, ninguna.

Porque cuando un medio machaca día y noche con un tema policial, lo último que le interesa es la verdad del hecho: cuando el diario Muy publicó las brutales imágenes del cuerpo de Ángeles, lejos estaba de contrapesar la libre expresión por sobre el derecho a la privacidad. Estaba vendiendo una mercancía disfrazada de «libre expresión» (operación perfectamente explicada por la periodista Florencia Alcaraz en este artículo).

En épocas donde la objetividad periodística -por fin- está puesta sobre la mesa como tema de discusión, se hace más que necesario resaltar que cuando un medio de comunicación masivo dice defender la libertad de expresión, está defendiendo su tasa de ganancia.

Bajo esta concepción, Ángeles no descansa en paz. Porque su muerte produjo una mercancía que ella nunca hubiese imaginado: horas de TV, por cable, abierta, programas especiales en horarios prime time, peritos impresentables, mediáticos, psicólogos salvajes que analizan a los protagonsitas sin contexto ni historia clínica psiquiátrica, morbo, principio de culpabilidad -antes que el de inocencia- y más.

Y eso explica por qué la muerte de Kevin fue apenas difundida: porque las villas son una mercancía si y sólo si se las criminaliza. 
Si la pobreza vende, sólo lo hace cuando está criminalizada. Eso sí es una mercancía: produce un programa como GPS o Policías en acción.

En cambio, las villas no son una mercancía cuando editan -con enorme esfuerzo- una publicación como «La Garganta Poderosa», porque la cultura villera del trabajo que allí se representa, simplemente, no vende.

Se puede seguir hablando de «libertad de expresión», «búsqueda de la verdad» y demás, pero sin esta vuelta de tuerca, la sociedad se hunde en la inmadurez de discutir si fue el portero o no.

Mientras, Kevin sigue ahí. Invisible.

Invisible, en el mundo de las mercancías.

[Para más información]

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En «Vuelta Cangrejo»: «Las balas no se pierden – Asesinato a Kevin en Zavaleta